domingo, 17 de mayo de 2009

DESDE EL EVANGELIO: EL MANDAMIENTO MAYOR DEL CRISTIANO


Cuánto dolor nos da escuchar que hay chicos, que aún naciendo en hogares con recursos, son pobres porque no han conocido el amor. Ellos van creciendo en un clima donde lo importante es el tener más o el éxito a cualquier precio; en este contexto crece la envidia y la tristeza, el egoísmo como la mentira son moneda corriente.

Por Mons. José María Arancedo

Cuando Jesucristo quiere definir la esencia de su mensaje o el sentido de su misión en el mundo nos habla del amor. No podríamos comprender el Evangelio como un camino de vida que nos propone Jesucristo, si a la realidad del amor no la ubicamos en el centro de toda reflexión y proyecto cristiano. Sin embargo, siendo una de las palabras que más usamos, tal vez sea la que más necesita ser cuidada. Hay un desgaste o vaciamiento en el uso de las palabras, que hace necesario que las volvamos a meditar para devolverle su valor original. Qué triste cuando las palabras no expresan la verdad que significan. En el caso del amor es más grave, porque ella dice referencia a otro, a una persona concreta que vive a la espera de nuestra palabra de amor.

El amor es expresión de la presencia de Dios en el hombre, san Juan, que es el autor del Evangelio de este domingo, nos dice en una de sus cartas que: “el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Jn. 4, 7). Esta fuente del amor es Dios que crea al hombre a “su imagen y semejanza”, y hace de él un ser espiritual. Por ello sólo en un contexto donde el amor exista le es posible al hombre crecer de una manera digna. En un clima de amor vamos descubriendo el valor de la vida y de la amistad, la alegría por el bien como la belleza de la verdad. Cuánto dolor nos da escuchar que hay chicos, que aún naciendo en hogares con recursos, son pobres porque no han conocido el amor. Ellos van creciendo en un clima donde lo importante es el tener más o el éxito a cualquier precio; en este contexto crece la envidia y la tristeza, el egoísmo como la mentira son moneda corriente. Este clima va destruyendo lentamente el mundo de los ideales y valores superiores. El amor, en cambio, nos introduce en un mundo de entrega y de generosidad que nos permite vivir con alegría y gratitud, con certeza y esperanza el don de la vida que hemos recibido. Y las relaciones con nuestros hermanos.

No nos debe llamar la atención que Jesús haga del amor el centro de su mensaje, así nos lo dice: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn. 15, 12). Lo nuevo, y que hace del amor cristiano algo único, es que la medida de este amor es el amor que él nos tiene, “como yo los he amado” nos dice. Para un cristiano este mandamiento no es una ley exterior que nos obliga desde afuera y que no podríamos cumplir, sino una gracia que él nos comunica y nos hace capaces de vivir esta nueva dimensión del amor. No es posible hablar del mandamiento mayor del cristianismo sólo como una doctrina, sino que debemos comprenderlo y vivirlo como una gracia que se nos comunica. Por ello Jesús concluye diciéndonos: “Permanezcan en mi amor”, que es como decirnos manténganse unidos a mí. No hay vida cristiana sin esta presencia viva de Dios en nosotros.

Que sepamos encontrarnos con ti, Señor, para hacer de tu doctrina un camino de gracia que nos transforme y capacite para vivir la novedad de tu Evangelio. Reciban de su Obispo junto a mis oraciones mi bendición en el Jesucristo.

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