sábado, 11 de diciembre de 2010

MONS. JOSÉ MARÍA ARANCEDO: “LA FE Y EL TESTIMONIO”


  
 

La fe en Dios se apoya en la palabra y vida de Jesucristo, que la Iglesia conserva y nos trasmite.



En el camino de Adviento la Iglesia nos presenta la figura de Juan el Bautista como el testigo que anuncia la venida del Señor. Juan, señalando a Jesús, nos dice: “Este es el Cordero de Dios” (Jn. 1, 29). La fe se apoya en el testimonio de aquel que ha visto. Juan es el último profeta enviado por Dios para preparar el camino de su Hijo. Jesucristo se nos presenta de un modo personal como presencia de Dios. Cuando el apóstol Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre…, Jesús le responde, el que me ha visto, ha visto a mi Padre.

¿Cómo dices: Muéstranos al Padre?... Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí (Jn. 14, 8-11). Por ello la fe, para un cristiano, se apoya en este testimonio único y definitivo de Jesucristo que nos revela, con su palabra y sus obras, lo que ha visto y recibido junto a su Padre. La fe en Dios se apoya en la palabra y vida de Jesucristo, que la Iglesia conserva y nos trasmite.

Este es el sentido de la Iglesia: ser en el tiempo y en la historia presencia del mensaje y de la vida de Jesucristo para los hombres. La Iglesia, como el cristiano, que nacen de ese testimonio único de Jesucristo, tiene que ser para el mundo testigo que trasmite esta verdad. El testimonio es un elemento que hace a la credibilidad de la predicación del Evangelio. Esto supone no sólo un acto de fe en la verdad que se trasmite, sino una coherencia de vida con el contenido de esa fe. Los primeros cristianos decían: “Porque la Vida (que existía junto al Padre) se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos y se la anunciamos” (1 Jn. 1, 1-3).

La coherencia de la vida cristiana con la fe recibida, es el mayor testimonio que necesita el Evangelio. Por ello la conversión debe ser una actitud permanente en la Iglesia y en la vida de cada cristiano. La solidez de la verdad de la fe, no nos exime de vivir el evangelio de la humildad y la misericordia. La santidad será siempre el mayor testimonio de una fe vivida.

El testimonio engendra confianza. Esto se refiere, también, a nuestras relaciones personales como sociales. Creo que la crisis en Argentina es de confianza. La confianza necesita apoyarse en el testimonio del otro. Hay una suerte de devaluación de la palabra que nos lleva a desconfiar lo que escuchamos. A algunos esto los lleva a encerrarse y no creer, a otros adherirse con cierto voluntarismo a promesas que escuchan. Ambas actitudes debilitan el crecimiento social y político de una comunidad. Actitud crítica sin compromiso sería la primera, militancia acrítica la segunda.

Recuperar la confianza es una urgencia en la vida de la sociedad. Necesitamos discernir sobre el contenido de una propuesta, pero también apoyarnos en el testimonio y coherencia moral de quién la presenta. Decir que nuestra crisis tiene raíces morales, es un llamado a recuperar el valor de la palabra, del testimonio y la coherencia en todos los niveles de la sociedad.

Que en este Adviento dediquemos un tiempo a reflexionar sobre el significado del testimonio y la importancia de la coherencia en nuestras relaciones personales, familiares y sociales. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz



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