miércoles, 2 de febrero de 2011

OBISPO MARCELO RAÚL MARTORELL: LAS BIENAVENTURANZAS Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA




“Es más fácil distribuir preservativos que educar en la dignidad de la persona” afirmó el Obispo Martorell.



En su habitual homilía de los domingos en la Catedral de Puerto Iguazú el Obispo Martorell afirmó, entre otras cosas, que “las bienaventuranzas constituyen un plan de vida, son enseñanzas del mismo Jesús dadas para los cristianos de todos los tiempos y que están llamadas a hacerse vida. Jesús llama bienaventurados a los que pasan por situaciones normalmente no queridas ni deseadas. Llama felices a los pobres, a los que sufren, a los que lloran, a los que son perseguidos y calumniados. Jesús llama felices a los que atravesando por estas cosas piensan, sienten y viven la presencia de Dios detrás del sufrimiento y continúan esperando en El confiadamente. Jesús tiene una mirada distinta, una mirada más profunda: mira más allá de la situación existencial concreta y ve a las personas, su dignidad y su realidad de hijo de Dios”.

El prelado sostuvo más adelante que “todo ser humano tiene un valor sagrado por ser creatura de Dios, pero también porque Cristo la rescato a precio de su sangre en la cruz salvando a todos los hombres y a todas las dimensiones del hombre. En estos días el hombre quiere apartar a Dios de la realidad de la vida, quiere sacarlo y recluirlo dentro de las paredes de las sacristías y de los templos. Muchas decisiones ordenadoras de la sociedad se toman sin tener en cuenta la dignidad de las personas. Hoy no se cuida la dignidad y se la pisotea cuando se corrompe a las personas, cuando se las destruye con pan y circo, con el alcohol, la droga y cuando se incentiva el sexo promiscuo y sin referencia moral”.

“Es más fácil repartir preservativos que enseñar a respetar la dignidad de la persona y que el cuerpo es templo de Dios. Una cosa es cierta: las desgracias casi nunca vienen solas sino que las provoca el mismo hombre cuando no respeta el orden querido por Dios, cuando no respeta la familia, los ancianos, los niños, los jóvenes”, dijo enfáticamente.

Llamó además a “ejercer el libre albedrío responsablemente según la verdad del ser humano como un imperativo moral. Hay que hacer el bien y evitar el mal para cada persona, para las familias, para la ciudad y para la sociedad. Hay que evitar la corrupción de las personas y de la vida social si no queremos atentar contra la dignidad de los hijos de Dios”.

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