miércoles, 16 de febrero de 2011

SOBRE EL CELIBATO


El celibato es una forma de vida que asumen algunas personas, voluntaria o involuntariamente, y que consiste en la determinación de conformar su existencia individualmente, independientemente de la unión permanente con personas de otro sexo.


Por José Leopoldo Decamilli

En nuestro tiempo son muchos los que adoptan el estado de soltería ya por razones económicas, ya por incapacidad psicológica para afrontar la vida familiar, o, simplemente, porque no han encontrado el complemento humano que les asegure la armonía de la vida familiar. Es decir que quedan al margen de la vida matrimonial involuntariamente y más bien forzados por las circunstancias. Otros huyen del matrimonio por las obligaciones que eso entraña y porque la soltería les abre las puertas al libre comercio del apetito carnal.
Un caso aparte y que se distingue claramente de las solterías que acabamos de mencionar lo constituyen los celibatos por motivos religiosos Las personas con vocación religiosa renuncian voluntariamente a los bienes que brinda la vida familiar para dedicar su vida, enteramente, al servicio de Dios.
El celibato por razones de convicción religiosa ha existido en todos los tiempos, y ha sido practicada por mujeres y hombres de distintos pueblos y culturas. El hinduismo tiene una larga tradición de ascetas célibes entregados a la contemplación, despojados del peso de la vida material, para penetrar en la esfera de la verdad trascendental. Siguiendo las enseñanzas de Buda, los monjes budistas se apartan de los placeres del mundo –la fuente de todos los males- para lograr la plena liberación. En Egipto, la población acudía en determinadas épocas, masivamente, a los monjes que vivían en el desierto. En la antigua Roma, el culto a la venerada diosa Vesta, dio lugar a la creación de unas sacerdotisas vírgenes, consagradas a su servicio. Tal importancia adquirió dicho culto que se consideraba que el destino y la estabilidad del Imperio dependían de la seguridad y de la pureza de vida de las vestalinas.
En el catolicismo, el celibato de los sacerdotes se introdujo tímidamente en el Concilio de Elvira (siglo IV), se fortifica en el Concilio de Letrán (1123) y se prescribe definitivamente en el Concilio de Trento (1545-1563) por considerarse que él es el instrumento más eficaz para conseguir una mayor independencia en el ejercicio del ministerio sacerdotal, apartado de los cuidados que demanda la vida matrimonial, y su exclusiva dedicación al servicio de Dios.
Es interesante anotar que el celibato es objeto de crítica cada vez que la conciencia religiosa entra en crisis y se debilita la influencia de la Iglesia en la vida social. Es precisamente lo que de nuevo sucede en la sociedad contemporánea.
La sociedad de nuestro tiempo, en los espacios geográficos de mayor desarrollo de la civilización moderna, es una sociedad en la que predomina la sensibilidad materialista. La vida del hombre contemporáneo se centra enteramente en el gozo de los bienes del efímero presente, en el aquí y ahora.
Es comprensible que, desde esta perspectiva, la existencia de grupos humanos que rehúsan conscientemente zambullirse en el frenesí del goce material y que predican la necesidad de enaltecer la existencia actual en la comunión con los valores supra temporales constituya una provocación insoportable. Para quienes viven en el torbellino del placer material, la existencia de personas que practican realmente el celibato y la castidad, en aras de la purificación de la vida que les permita alcanzar la vida eterna en el Reino del Cielo, constituye una cosa anormal, una verdadera monstruosidad, y, como tal, debe ser combatida y aniquilada. Esa mentalidad narcisista es la raíz de la violenta campaña e incluso persecución que la Iglesia Católica sufre actualmente.
La vergonzosa flaqueza de algunos miembros del clero se ostenta como prueba irrebatible de la imposibilidad y anormalidad de una vida célibe. Olvidan los que son arrastrados por este afán aniquilador de toda espiritualidad la admirable conducta de millares de sacerdotes que consumen su existencia en los más desolados y remotos rincones del mundo, para redimir a los pobres de la tierra, como sublime oración a Dios.
¿Llevaba una vida contra la naturaleza Mahatma Gandi, o la lleva en nuestros días el Dalai Lama?



1 comentario:

estela errico dijo...

Quisiera, a pesar de ser católica, hacer un comentario sobre el celibato desde el punto de vista no religioso.
Entiendo que, si el sacerdote o quien elige el celibato como misión, es para hacer una entrega total. Y esa entrega no puede estar condicionada a mantener y sostener una familia por más que ésta acompañe. Por ejemplo: Si un célibe va a misionar y tiene familia, no va a soportar que sus hijos crezcan desnutridos y mal instruídos, sometidos a las enfermedades del lugar, con una medicina rudimentaria, al igual que los hijos de las familias con las cuales está colaborando con todo su compromiso. ¿O es que va a hacer diferencias? La entrega sería tramposa, creo.
Cariños
Estela