martes, 10 de mayo de 2011

BENEDICTO XVI SUBRAYA QUE LA VIDA SIN ORACIÓN "CARECE DE SENTIDO"



El Papa ha asegurado que la vida sin oración "carece de sentido" y que "en los ejemplos de oración de diferentes culturas" se puede ver "un testimonio del deseo de Dios" que está "inscrito en el corazón de cada hombre", durante la habitual audiencia celebrada en la Plaza de San Pedro.

En este sentido, el Pontífice ha explicado que la revelación del Antiguo y Nuevo Testamento, "purifica y lleva a su plenitud el anhelo originario del hombre hacia Dios, ofreciendo en la oración la posibilidad de una relación más profunda con el Padre celeste".

Según ha subrayado el Papa, "la vida humana sin oración carece de sentido ni referencia" porque la oración es "abrir la existencia al misterio de Dios".

Ante miles de peregrinos reunidos en San Pedro, el Pontífice ha destacado que el hombre "en cada oración exprime siempre la verdad de cada criatura humana", que "por un lado experimenta debilidad e indigencia, por lo que pide ayuda al Cielo" y, por otro, "le dota de una extraordinaria dignidad, porque se descubre capaz de entrar en comunión con Dios".

Además, el Papa ha subrayado que la oración "no es algo que se dé por descontado" sino que es necesario "aprender a rezar, formarse siempre de nuevo en este arte" e incluso ha señalado que "también aquellos que están muy avanzados en la vida espiritual" sienten la necesidad de "aprender a rezar con autenticidad".

Por otra parte, Benedicto XVI ha recordado cómo rezaban en la antigüedad los pueblos no cristianos y ha explicado que "en estos ejemplos de oración, como en la época griega o en el pueblo romano, emerge la conciencia de que el hombre tiene en su misma condición humana la dependencia de otro, superior a él y fuente de todo bien".

El Pontífice ha destacado también que el hombre "reza porque no puede hacer otra cosa que preguntarse cuál sea el sentido de su existencia, que se mantiene oscuro y desesperanzador si no permanece en el misterio de Dios y su diseño del mundo".

La vida humana, según ha concluido el Papa, es "un cruce entre el bien y el mal, de sufrimiento inmerecido y de alegría y belleza, que espontáneamente empuja a pedir a Dios esa luz y fuerza interior que ayude sobre la tierra y se abra una esperanza que vaya más allá las fronteras de la muerte".



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