sábado, 14 de abril de 2012

HOMBRES QUE NO AMAN SON LA TRISTEZA DE DIOS



“En todas partes, en la sociedad, en los pueblos, en los barrios, en las fábricas y en las oficinas, el corazón de piedra, el corazón seco, debe mudarse al corazón de carne, a un corazón abierto”
Son palabras de Juan Pablo II.

Por Salvador Casadevall

De una actitud de corazón cerrado, de corazón de piedra, nos pide que debemos pasar a un corazón abierto.
Pero, ¿cómo es posible esta transformación tan necesaria para el bien de la comunidad? Haciendo el esfuerzo de abrirlo, única forma que Dios puede penetrar en él.

Cuentan que en una oportunidad un pintor regaló un cuadro al Santo Padre, en el cual se mostraba una puerta entreabierta. El Santo Padre se mostró sorprendido por el título que el pintor le había puesto: Corazón de hombre y le preguntó ¿Por qué?
---- Porque esta puerta tiene un solo picaporte. Solamente se puede abrir desde adentro a igual que el corazón del hombre.
El nacimiento, nuestro nacimiento, todo nacimiento es un azar.
El donde uno nace es un azar de la vida.
Si uno tiene la suerte de nacer en un hogar de cierto nivel elevado por su cultura, por su nivel social, por sus bienes materiales, por su formación, es un regalo de la vida.

Hay quien toma conciencia de ello y quien no.
El que toma conciencia es un aristócrata de la generosidad.
Se siente en deuda con la sociedad. Siente que algo tiene que devolverle ya que el lugar de su nacimiento fue un regalo. Nada le costó. Fue un azar acompañado de un premio.

Cada uno de nosotros debemos pensar en que somos deudores a la sociedad.
Cuanto es lo que yo he recibido por puro azar y que no es mío, que tengo que ser generoso y buscar el como devolverle a la vida que me rodea, esta riqueza que me fue dada por simple hecho de donde nací. Nada me costó.

Son los múltiples dones que Dios nos dio para que los multipliquemos con nuestra generosidad, a igual que los dineros del relato evangélico. 
La bondad, la entrega, la comprensión, la solidaridad y toda esta rastra de cosas buenas, que proceden del Creador, no pueden jamás florecer, si no parto de la abertura de mi corazón.

Todas estas bondades están insertadas en la misericordia.
Ser misericordioso significa poseer un corazón conmovido por la tristeza ante la miseria de los demás, como si se tratara de la tuya propia.

El efecto de la misericordia consiste en intentar alejar, en la medida de lo posible, esa miseria del prójimo.
De ese modo, Dios se apiada del hombre al ver los males que las actitudes de maldad han provocado en el mundo.
Y Dios busca como actuar a través de cada uno de nosotros, aun que, deberá contar con nuestro SI.
Y si no consigue nuestro SI y seguimos viviendo en el NO o en la indiferencia, y aún que  Dios se sienta ofendido por ello, nos regala incansablemente la oportunidad de arrepentirnos, de cambiar.

Cada unidad de misericordia tuya, Dios pondrá cien en su lugar.
La misericordia, la medida de la misericordia, siempre será desde tu voluntad de ser misericordioso.

El corazón de Jesús del Calvario, traspasado por la lanza del soldado, es el símbolo y el instrumento de esa misericordia.
De él brotó sangre y agua, imágenes del agua del bautismo que nos lava de todo mal y de la sangre que nos incorpora plenamente a su ser.
Dios ama intensamente toda su creación.
Y en esta creación el hombre ocupa el lugar de privilegio.
Hombres que no aman son la tristeza de Dios

Dame Señor un corazón que piense en ti.
Un alma que te ame, una mente que te contemple,
una inteligencia que te entienda.

Oh vida por la que viven todas las cosas,
vida que me das la vida, vida que eres mi vida,
vida por la que vivo, sin la cual muero,
vida por la que he resucitado, sin la cual estoy angustiado,
vida vital, vida dulce y amable, vida inolvidable.   (San Agustín)

A veces Dios tiene razones sobradas para estar triste.
¿Existe algo más triste que amar a alguien y no ser amado por él?
Muchos son los hombres que no aman a Dios.
Todos ellos, son la tristeza de Dios.



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