martes, 10 de enero de 2017

LAS DOLOROSAS CAUSAS DE NUESTRA VIOLENCIA SOCIAL



Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, se refirió a las dolorosas causas de nuestra violencia social mencionando, entre ellas, la disolución de la familia, el déficit de la educación, la situación económico-social, y el “ingrediente de la droga”, y afirmó que “no se puede responder todo con la violencia, no se puede reclamar la justicia con la violencia”.

“¿Cómo se desarma todo eso? ¿Cómo se vuelve a reconstruir el tejido social así herido? Porque la violencia hiere el tejido social, lo desgarra. Lo propio de una sociedad es vivir en armonía. Recuerdo que Aristóteles les decía a los políticos que la finalidad de la Política “es formar ciudadanos buenos y obedientes a las leyes y eso hace la felicidad”. Entonces la finalidad de la Política es la felicidad de los ciudadanos. No la de los políticos sino la de los ciudadanos, entendámonos bien. Pero acá todas las cosas están trastornadas. ¿Hasta cuándo?”, precisó el prelado.

Y dijo: “A mí me duele enormemente ver a tanta gente que llora, por ejemplo, a sus familiares asesinados o incluso que llora a sus familiares asesinos. ¡Esto es algo que tiene que cambiar! ¡Esto no es una sociedad vivible, no es una sociedad plenamente humana!”. Y explicó que “la violencia incluye de todo” y que “el clima de violencia, uno lo percibe en todas partes. La protesta por ejemplo. La protesta es casi siempre violenta ahora”.

Monseñor Héctor Aguer se refirió al “déficit de la educación. La Educación, en su momento llegó a suplir las fallas familiares y lo puedo decir yo que soy alumno de escuelas estatales; nunca he ido a colegios religiosos. En mi época las escuelas eran muy buenas, había una disciplina razonable y no nos tenían a palos ni mucho menos. Nos educaban. No sólo nos instruían con instrucción de calidad sino que también nos educaban y la conducta tenía su importancia allí y para muchos era fundamental que los “pusieran en vereda”. Y agregó: “¿Cuántos días de clase ha habido en la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo? En mi época, supongo que existiría algún sindicato, pero nunca hubo un paro porque no es lo mismo un paro, por ejemplo, en una fábrica cualquiera que el paro en una escuela. Los educadores de mi tiempo eran maestros, no “trabajadores de la educación”. O el paro de trasportes que dejan varadas a millones de personas que tienen que ir a trabajar. Hay cosas que deben ser pensadas de otro modo. No se puede responder todo con la violencia, no se puede reclamar la justicia con la violencia”.

Expresó que la deshumanización social tiene que ver con la “descristianización de la sociedad” pues “el Cristianismo ha humanizado al mundo, el Cristianismo ha dignificado a la mujer a través de la figura de la Virgen María. Esta sociedad deshumanizada es consecuencia de una descristianización. ¿Quién tiene la culpa de eso? Los primeros que tenemos que poner las barbas en remojo somos los obispos, los curas, y después todo el Cuerpo de la Iglesia, todos los fieles, porque lo que hace el talante cristiano de un pueblo es el conjunto de una población que vive cristianamente”.

“Ustedes habrán oído hablar de ese gran filósofo francés Jean Paul Sartre que llegó a decir que “si Dios no existe todo está permitido”. Y tenía razón el filósofo porque si Dios no existe no se puede distinguir el bien del mal. Me acaban de regalar y estoy leyendo un libro precioso del Cardenal Robert Sarah, el Prefecto de la Congregación del Culto Divino, que se llama “Dios o nada”. Y esto de Dios o nada también sirve para este asunto de la violencia”, concluyó el Arzobispo de La Plata.


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